Otro asesinato ritual y cuya arma homicida es el tejo. Sí, sí, como si fuera una continuación del Silencio de la ciudad blanca.

Lo novedoso en este casos en que en vez de ser una pareja de investigadores, son un trío. Dos de ellos, los protagonistas, con un pasado sexual en común para no dejar de tener la ración de tensión correspondiente a estas fórmulas pre-cocinadas (como la masa de los bizcochos).
Lo que más me ha repateado, es la conformación de los dos protagonistas:
El es un triunfador: guapo, adinerado, listo, bien valorado y que se trajina todo lo que se menea (se le echan en los brazos, qué va a hacer el hombre).
Y ella una pobre curranta que cobra una miseria, que tiene que estar demostrando su inteligencia cada dos segundos y que por supuesto, no ha superado la ruptura con el triunfador y ni se acuesta con nadie ni le apetece (porque todos sabemos que una mujer doliente no tiene deseos sexuales).
Señores, ya sé que esto no es más que el reflejo de la realidad (o un intento al menos), pero es que estamos hablando de novela de ficción.
Mientras sigamos estereotipando los personajes en función de su género seguiremos asignando cualidades chachis a ellos y cualidades de mierda a ellas perpetuando los roles de género y contribuyendo a la discriminación.
Ea, y con esto me he quedado más a gusto que un arbusto.
Por otra parte, se nota demasiado que el autor es guionista de series, algo que está haciendo que cada vez, más frecuentemente, realicen estas incursiones literarias.
Y es que una buena novela negra no tiene por qué calcar una serie de intriga. De hecho son géneros y canales distintos. Y lo que en uno funciona, en el otro resulta corriente, moliente y desdibujado.
No quería yo que me saliera un reseña tan crítica, porque lo cierto es que me he entretenido leyéndola, pero a veces uno empieza a escribir con una intención y termina como el rosario de la aurora.
Serán cosas del confinamiento.
Año de publicación: 2019
Editorial: Planeta
Páginas: 576
Valoración: entretenido
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